sábado, 28 de abril de 2012

«¿Qué hace ese resorte de mi viejo sillón clavándose en mi?»


Sí, sé perfectamente que el título es un poco largo, pero es que la historia también se las trae. Intentaré condensarla.
     Lo típico de las películas es que el marido, cuando hace algo poco desagradable, a los ojos de su venerada esposa, termine con sus riñones aplastados en el sofá del salón. En ese tan cómodo en el que dormimos unas gratificantes y reparadoras siestas de quince o treinta minutos.
     Cuando en vez de siesta, la relación con el sillón pasa a ser de una noche, nuestro concepto de tener un cómodo y cálido mueble cambia por completo. La cosa empeora si el susodicho tiene unos años, el terciopelo floreado gastado y un sistema de muelles algo decimonónico.
    La primera hora refunfuñas por el hecho de que te hayan mandado a dormir al sillón. Los efluvios del alcohol y la pesadez de la comida no ayudan mucho a contraer el sueño, así que le das vuelta al coco: ¿Porqué?, no es para tanto... Después de conseguir una postura, más o menos agradable, descubres que no puedes darte la vuelta y, mucho menos, abrazar la almohada como estás acostumbrado, sobre todo porque se quedó en la cama y no tienes los “aquellos” suficientes para ir a buscarla. Con el brazo dormido, la cadera empieza a desencajarse y un pie cae al suelo, por aquello de impedir el movimiento circular de la cabeza. Los ojos empiezan a cerrarse.
      Sin querer descubres que algo comienza a moverse por debajo de los riñones. La otra pierna, que lleva rato sobresaliendo del reposabrazos contrario, da señales de falta de circulación. La nalga derecha ya no se siente. Todo ello junto, lleva a intentar realizar un movimiento compacto de readaptación. Uno, que en estos instantes ya tiene las condiciones físicas bastantes desmejoradas, decide contar y mover todo el pack. Uno, dos y tr... ¡¡¡me cag.....en la......!!! Justo en la diana. Acaba de saltarse uno de esos hierros retorcidos, que en otra época seguro que servía para algún tipo de tortura. No solo queda una hora para que se levanten los niños, sino que, además de apuñalado por la espalda, tendré que dormir, o algo parecido, con esta cosa entre mis posaderas. ¡Lo mio no tiene nombre! Y además habrá que comprar un sofá nuevo, que la culpa será mía. Con lo cómodo que era este.

3 comentarios:

  1. Je qué lote, tanta juerga pasa factura!! Pero seguro que el nuevo sofá cumplirá con unos mínimos imprescindibles!! Cuñi.

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  2. jajajaja ¡¡¡qué habrás hecho!!!!

    CArmen

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  3. CUÑI: buenoooooooo, eso esperamos todos.

    CARMEN: Ummmm, recuerda que es posible que sea ficción.

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