Quizás había llegado la hora. Una, dos, tres… ¡imposible! Doy vueltas y más vueltas. Cuatro, cinco, seis… Cambio de postura, ¡mejor así! Es posible que esto de contar ovejas funcione ─siete, ocho, nueve─. ¡Uf! Esta tarde no logré terminar el escrito aquel que tenía que enviar al banco… ─diez, once, doce─. ¡Me cahis! Se me olvidó llamar a la oficina de mi hermano ─trece, catorce, quince─. Tampoco puedo olvidarme de comprar los libros de los niños, la carne, el queso ─dieciseis, diecisiete, dieciocho─, los tomates, ¡¿tomates?!, ¡joder, se me pasó sacar la salsa del congelador! ─diecinueve, veinte, veintiuno─. Me estoy poniendo de los nervios, será mejor que me concentre ─veintidos, veintitrés, veinticuatro─. Vuelta «pá quí», vuelta al otro lado ─veinticinco, veintiséis, veintisiete─ ¿Quién dijo que esto de contar ovejas ayuda a relajarse? Veintiocho, veintinueve y treinta. ¡Vale!, están todas. ¡Sultán! recójelas y volvamos a la granja, es hora de hacer la siesta.
Qué bueno, tío!
ResponderEliminarJajajaja ¡qué diver! y yo que pensaba que te habías dormido en los laureles jajaja
ResponderEliminarCArmen
Relatos interesantes de la vida misma, muy bueno !!!!!!!!
ResponderEliminarLuis Cordovés Dorta
Más vale que te fiches a ese Sultán pal cole, no veas qué derechitos y en fila dejaría a los chicos...jejejeje...
ResponderEliminarComo siempre...sorprendes al final.
Myriam.
jajaja hay otr@s que no pasan de la 4ª ovejita... muy bueno!
ResponderEliminarVersus: gracias
ResponderEliminarCarmen: Duermo para poder soñar.
Luis: Es de lo que se trata.
Myriam: En el cole harían falta más de uno jajaja.
Rosa: y los hay que no llegan ni a la segunda.