Desde la más tierna infancia supe que era distinto a los demás. Tenía sueños, ilusiones, inquietudes: quería ser piloto, montar a caballo… Mi destino estaba marcado por las estrellas, que alumbrarían el camino de mi ser de una manera diferente.
Al principio todo iba bien, hasta que comencé la escuela. Ese chico activo, vivaracho, feliz y distinto, se convirtió, poco a poco, en uno de ellos: el uniforme, la tarea, los horarios…
Una noche deseé que todo cambiara.
Como tocado por una maligna varita mágica, una extraña enfermedad se apoderó de mis entrañas. No podía moverme. Casi no podía hablar, gemía.
Cuando iba sentado en mi silla de ruedas, con la cabeza inclinada hacia un lado y la baba cayéndome, la gente me miraba y se compadecía de mi existencia.
Ahora había logrado cumplir mi sueño. Ya soy distinto a los otros. ¡Qué lástima! ¡Ojalá fuera igual a los demás!
Historia triste y bonita a la vez.
ResponderEliminarSaludos
Mi peor pesadilla!
ResponderEliminarVaya...qué sensible andamos últimamente...pero nunca se sabe lo que te deparará el destino...
ResponderEliminarTrágica pero muy buena la historia.