Me acerco y anoto sus nombres, en mi vieja y sucia libreta de tapas de cuero. Sin apenas tener tiempo para levantar la vista, me sorprende un frío y duro acero que penetra en mis entrañas dejando mi ser vacío; a la vez escucho las fatídicas risas, aullidos, de los tres jóvenes:
─¡Anota esto viejo!
Sentía como mi cuerpo se quebraba. Mis rodillas fallaban y una cálida humedad manaba de mi vientre.
Caí de rodillas. Mis manos intentaban parar la hemorragia pero mis ojos se cerraban.
Ya en el suelo sentí como sus píes se alejaban.
Mi vida se marchaba.
(Ya sabes, ilustración en http://blogdejesusbravo.blogspot.com/ )
Pobre tipo...parece que no ha tenido un buen día...y eso que estrenaba uniforme...jejeje. Myriam
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