jueves, 28 de julio de 2016

«La habitación 404»


El mensaje que le envió fue corto e intrigante.

—Imagina por un momento que estoy en la habitación 404. ¿Vendrías ahora que ellas duermen la siesta?

Nada más leerlo su cuerpo se perturbó. Ella había ido con sus amigas a pasar un fin de semana de sol, piscina y chicas. Su marido se había quedado en casa con sus hijos y su amante, en teoría, estaba de Rodríguez. «¿De verdad que estaba en aquel hotel?». No se lo pensó.

Las chicas dormían en la cama balinesa que habían reservado. Con cuidado, para no hacer ruido, se enredó en su pareo, intentando tapar el temblor de sus piernas y la excitación que marcaban sus erizados pezones. Se dirigió directamente a la 404.

No le hizo falta tocar. Nada más llegar la puerta se abrió, como si su ocupante estuviera esperándola tras la mirilla.

—¡Estás loco! ¡Qué haces aquí?! — le recriminó nada más cerrar la puerta tras ella. Él no contestó. Se acercó con decisión, la atrajo contra su cuerpo y la besó con absoluta devoción. 

Ella se rindió a lo inevitable durante más de una hora, hasta que sus amigas llamaron una y otra vez a su teléfono al no saber dónde estaba.


Gracias por leerme.

2 comentarios:

  1. Yo pensaba que andabas de vacas, no escribiendo esas obscenidades que te dejan esperando más... mardito, entre los marditos roedores...

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