jueves, 30 de abril de 2015

«Un capullo en la carretera»

Así he terminado. Foto de mi móvil.

Vamos en el coche, circulando con cierta prisa para no llegar tarde a la cita que tenemos. De repente alguien, un hombre desconocido, se abalanza sobre el capó de mi vehículo y empieza a lanzar improperios contra mí y algún manotazo. Le salen sapos y culebras por la boca. Casi lo atropello, lo sé, pero ni lo había visto, ni lo esperaba, ni —ahora viene el detalle importante— había paso de peatones, o semáforo, o algo que le permitiera cruzar. El hombre simplemente había decidido que era un buen momento y lugar para cruzar. Y lo hizo.
Mi gesto, con toda la familia dentro del coche, tras dar el frenazo oportuno, fue el típico: levantar de manos y preguntarle si estaba loco. No hice, ni dije nada más.
Él ya se iba, cuando, ni corto ni perezoso, al escucharme, decidió que yo no tenía razón y que él sí. Retrocedió los tres metros que le separaban de nosotros y de una patada me reventó el espejo retrovisor del lado derecho del coche.
––¡Mecagoentoostusmuertooooos! ––le grité.
Él, por supuesto, comenzó a alejarse, pero siguió gritando. Se me envenenó la sangre. Paré el coche como pude. Me bajé y fui hacia él.
––¡Es que casi me matas! ––gritaba mientras se acercaba amenazante con la mano levantada.
––¡¿Tú estás loco?! ––le contesté. No dejé que se acercara más. Le arreé una patada en la barriga ––blanco fácil por el tamaño––. Sin remedió se separó, bajó la mano y aflojó el tono.
El resto de los coches pitaban. Alguien gritó. Mis hijos también chillaban y yo, que en el fondo no soy un vengador callejero, volví en mí.
Tras arrearle otra patada a las bolsas que el hombre había dejado caer sobre la acera, regresé a mi coche. Quería huir de aquella situación. Me acordé de toda su familia. Lo llamé mamaracho ––cursi, lo sé, pero fue lo que me salió––, lo mandé a la mierda ––esto sí es más apropiado––, y ,cuando arranqué, me temblaba todo ––esto debe ser normal––. 
Por suerte fueron solo un par de minutos, pero los suficientes para acordarme de él para siempre. y por eso este post, que no era el que iba a publicar.
¿Has vivido una situación parecida alguna vez? ¿Debería haberme quedado en el coche? ¿Qué le pasa a la gente? ¿Conoces a alguien que me venda un espejo retrovisor?
Gracias por leerme, y comentar.

6 comentarios:

  1. Siento que te hayas tenido que ver en esa tesitura... es duro, lo sé, lo he vivido desde el otro lado; suerte que los hados pararon mis pies...
    No le des más vueltas, la próxima recurre a la denuncia... porque como cuentas el individuo tiene costumbre.
    Un abrazo de roedó a roedó y medio.

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    Respuestas
    1. Saqué la garra. Pocas veces lo he hecho. Menos mal que algo me contuvo.

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  2. Yo me hubiera tratado de serenar y me hubiera quedado en el coche. Puede ser peligroso tratar con un energúmeno. Vete tú a saber si saca una navaja o algo así y acabas en el hospital. Por un espejo retrovisor no merece la pena que pongas tu vida en peligro.
    Aunque ya sé que hay momentos en los que uno no se puede contener... Pero a intentarlo.
    Un abrazo.

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  3. imposible serenarse. Te lo aseguro y mira que soy muy tranquilo y pocas veces me han sacado de mis casillas, hasta este punto. En el fondo sé que tienes razón y gracias a esa razón, logré parar y huir.

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  4. Respuestas
    1. No problem, be happy. Pero como lo tranque grgrgrgrgrgrgr.

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Deja aquí tus ideas, sugerencias, consejos... Sería fantástico que firmases tu texto. Muchas gracias por visitarme.

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