viernes, 15 de agosto de 2014

«Un moderno aparcacoches»

Extraída, sin permiso, de San Google
En estas vacaciones, entre otras cosas, hemos podido disfrutar del avance de la tecnología para aparcar coches. ¿Cuántas veces hemos intentado aparcar nuestro vehículo entre esas dos columnas que, las muy jodidas, cuando crees que ya las tienes cuadradas y das marcha atrás, se mueven, como si tuvieran vida propia, y te aboyan el lateral. ¿Cuántas veces intentas salir del interior de tu coche y ¡zas!, zurriagazo con la puerta al que está a tu lado? ¿Cuántas veces llegas cargado con la compra y descubres una nueva marca, rayón o bollo, que cuando lo dejaste no tenías? No se tu, pero mi coche esta redondo.

La buena noticia es que, por lo menos en el parking del Puerto de Vigo, este sufrimiento se acabo. O eso dicen. 

Los muy modernos han instalado un aparcamiento inteligente, por lo que no tienes que preocuparte de encontrar sitio, ni de las ralladuras, ni de los golpes... sólo de seguir las instrucciones, que por cierto parecen estar ideadas por los mismos que editan las de la empresa sueca de muebles.

El principio es como cualquier parking: entras, coges tu ticket y..., llega la primera sorpresa, al menos para mi, que no sabía a lo que me enfrentaba— ¡no hay ni un solo coche! Por mucha vuelta que di, nada, sólo unas puertas de cristal, como de ascensor pero con grandes números. Mosqueado sin saber qué hacer, me detuve para intentar comprender, por ósmosis, cómo debía proceder. Por suerte, un agente de seguridad, al ver mi cara —seguro no era el primero en ponerla— se personó para ayudarme:

—Buenos días, ¿es la primera vez? —no esperó mi respuesta, estaba claro—. Sitúese frente a una de las puertas y siga las instrucciones.

Elegí la siete, por ser la más próxima. Coloqué el coche entre las marcas y aquello empezó a hablar:

—introduzca el ticket.

Al hacerlo la puerta de cristal que tenía enfrente se abrió.

—Avance unos metros y sitúe el vehículo según las indicaciones.

En la pared interior del habitáculo, en que me proponían meter el coche, había una pantalla con una flecha verde que indicaba que avanzara.

Al comenzar la flecha se volvió un poco a la derecha, y para allí que fui. Después a la izquierda, y entonces giré el volante. Ahora hacia atrás, me había pasado de la raya así que a corregir. Para detrás, para delante, para la izquierda para la... ¡Ya! —quieto parado Apareció un OK.

—Ponga el freno de mano, recoja sus pertenencias, cierre el vehículo y abandone el cajón —¡uf!, estas son muchas órdenes seguidas. Creo que no las escuché todas.

Al salir la puerta se cerró. Como un pasmarote me quede mirando. Pero algo pasa ya que la máquina me llamo la atención.

—Vehículo mal colocado —lo dijo con retintín. solo le faltó añadir: ¡totufo!— por favor asegurarse de tener los espejos retrovisores cerrados.

¡Mecachis! Eso no me lo había dicho, ¿o si?

Tras diez minutos de operación para aparcar, y una vez corregido el pequeño error, la puerta se cierra y en un abracadabra, el coche desaparece.

—¡Jo, genial! Giro para marcharme y tras dos pasos reflexiono. ¿Cuándo vuelva como recojo el coche?

De nuevo, el amable agente de seguridad, sonrisa en ristre, sabedor de que los novatos en aquellas lides necesitamos un poco más de ayuda, me extiende su mano con el ticket —que ya el cacharro aquel había regurgitado sin yo haberme enterado—, y con ese acentillo tan característico de los gallegos, comienza sus explicaciones:

—Guárdelo en lugar seguro. A la vuelta va a aquella oficina. Paga y le dirán en que puerta debe recogerlo.

Y así fue. Horas más tarde regrese con mi tarjeta en la mano. Tras abonar el importe me dirigí a las puertas 13-15, por una de ellas saldría mi coche, pese a que yo lo dejé en la siete —pero qué lista la máquina oiga—. En las pantallas exteriores se podía leer la matrícula y la palabra «preparando». Pasados unos minutos allí estaba mi coche. Tranquilo, sonriendo, como lo hace un niño pequeño cuando lo recoges en la guardería, deseoso de estar entre tus brazos, tras el abandono temporal al que ha sido objeto.

La idea es fantástica. Seguro que se gana en espacio, porque en tiempo, como les toqué muchos como yo, lo dudo. Sólo espero que la próxima vez la ciencia avance un poco más, para que ya me lo entreguen limpio, aspirado y los roces reparados.

4 comentarios:

  1. Jajaja todo lo conviertes en una aventura, muy bueno!!! Cuñi

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  2. Parece la máquina de transporte temporal, seguro que la siguiente ya te coloca en casa, jajaja...

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