jueves, 6 de marzo de 2014

«Taller de decoración de cupcackes»

Una vez más me he metido en un sarao de esos, en los que siempre se aprende algo y se pasa un rato divertido. En esta ocasión acompañado de la pequeña de la casa. Bueno, lo cierto es que era yo el que la acompañaba a ella y a su ilusión por aprender a decorar magdalenas, «cupcackes» que es como se dice ahora.

Mientras media humanidad dormía el resacón del sábado de carnaval. Yo entraba por aquella pequeña puerta, mientras doce ojos femeninos, y marujones, se clavaban en mi persona preguntándose ¿quién será éste?

La carita de la enana de la casa era digna de contemplar. Concentrada, nerviosa y sonriente me miraba intentando buscar apoyo en mis ojos ante aquel auditorio que nos escrutaba de arriba abajo.

Tras las presentaciones iniciales y los graciocillos comentarios típicos: hay que niña tan mona, y con su padre, que linda pareja…, comenzó la clase.

En un santiamén nos vimos atacados por una amplia colección de vocablos (muchos de ellos imagino que en inglés, que es más chic, y que reproduzco entre comillado ya que desconozco como se escribe, pronuncia y significa) que enriqueció nuestro vocabulario: “fondan”, mangas, “dumies”, boquillas, “isomalt”, moldes, “mufins”, cortadores, “cake estand”, moldes…

Un aviso también intentó quedar claro desde el principio: «No chuparnos los dedos». No le hicimos caso. 

A partir de aquí la charla fue caminando y nuestros «cupcackes» cogiendo forma. Aprendimos a vaciar las magdalenas, rellenarlas —en este caso con chocolate—, recubrirlas con el «frosting» —de frambuesa— y comenzar a trabajar con el «fondant», de colores, para realizar las distintas decoraciones: una pata con su lacito, una maceta repleta de flores de colores, un conejo semienterrado en busca de una zanahoria y un sarantontón de paseo sobre una hoja.


Tras tres horas de trabajo y sobeteo del material decorativo, muy parecido a la textura de la plastilina, pero con mejor sabor, mi hija, orgullosa, me daba palmaditas en la espalda felicitándome por el trabajo realizado mientras ella se aferraba a su diploma de asistencia y a nuestras dos cajas con las sabrosas magdalenas a las que les quedaban poco tiempo de vida.


Como conclusión puedo decirles que nos quedaron genial, estaban buenísimas y que como curiosidad está fantástico, sobre todo por aquello de aprender cosas nuevas, pero como tenga que hacer mucha cantidad, ya sé dónde comprarlas.

9 comentarios:

  1. Eres el mejor Guille!!! Toda una hazaña!

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  2. ¡Qué tierno el papuchi!, al final ¿qué...? ¿se te quitó la resaca...? yo magdalena, las de siempre, sin más historias....

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    1. Resacón de paracetamol, ¿te lo puedes creer? como ha cambiado el cuento.

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  3. Buenísimas, doy fe de ello!!! Cuñi

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  4. Eso de tener enanos o adolescentes por casa es una gozada porque te arrastran a lugares y labores que uno de manera individual igual pasaba pero con el rollito de acompañar aprendes, disfrutas, descubres.... el inconveniente que le veo a estos dulces(por poner algo) es que despues del trabajo quedan tan bonitos que te da un no se qué comértelas.
    De todas formas soy de las tradicionales,caseras, simples y deliciosas magdalenas mojadas en leche, chocolate... tanto colorante y saborizantes industriales me dan yuyu.
    Besos cupcake de gofio.

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    1. Más que dar trabajo dan agotamiento. ¡No veas lo que cuesta! y lo dulces que están.

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