miércoles, 18 de septiembre de 2013

«Adiós ratoncito adiós»


El niño está llorando en la cocina.
Extraída, sin permiso, de San Google.
—¿Qué te pasa cariño? —pregunta la preocupada madre.
Tras unos primeros momentos de negación, el chico, decide abrirse.
—Es que el Ratoncito Pérez no se ha llevado el diente.
Ella traga nudos, intenta recuperar la compostura y pone su cerebro trabajar. 
Las cosas pasan porque, sin duda, tienen que pasar. Un despiste lo tiene cualquiera y el de anoche fue uno de ellos. Buscando el lado positivo, y cómo salir del paso, concreta que, con este olvido, se ha roto una pequeña ilusión, una fantástica fantasía, mantenida durante doce años. Ha llegado el instante de dar una explicación.
—Llega un momento —continúa la afanada madre, tomando a su ya no tan niño entre sus brazos— en el que, el mágico ratón abandona su costumbre. No porque ya no te quiera, o no quiera tus dientes, sino porque considera de que tú tienes que crecer y comenzar a ver la vida desde otro punto de vista.
—¿Y qué punto de vista es ese? —pregunta el chico que parece haber enjuagado sus lágrimas en la incipiente explicación materna.
—El de los mayores —precisa la madre—. A partir de ahora deberás ayudar a que los niños y niñas más pequeños que tú, continúen creyendo en el Ratoncito Pérez porque, ese sueño, esa ilusión, les hará felices, como te lo ha hecho a ti durante todo este tiempo.
—¿Por eso me pusiste tu el dinero?
—Por eso y por tu hermana, para que ella siga creyendo.
Durante un rato continuaron abrazados, en silencio, disfrutando de la tranquilidad que transmiten dos cuerpos enlazados. Pasados unos minutos, el chico término de limpiarse las lágrimas, besó a su madre y, sin decir nada más, salió corriendo en búsqueda de la pequeña, para enseñarle los cinco euros que le había dejado el Ratoncito Pérez, a la vez que le teatralizaba como, a mitad de la noche, creía haber escuchado los pasitos del pequeño roedor, por su habitación. 
La madre orgullosa, apoyada bajo el dintel de la puerta, contemplaba la cariñosa imagen de los dos hermanos enfrascados en la continuidad de la magia infantil. Por un segundo su hijo la miró, le devolvió la sonrisa a la vez que le guiñaba un ojo. 

13 comentarios:

  1. Me gustaría saber que hace el mardito roedó con tanto diente... el pive, ¡un listillo!

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  2. ¡Qué tierno! Hace poco estuve escuchando a mi nieto y su lío con el Ratoncito Pérez y el Hada de los Dientes y no sé qué más. Me sorprende (y me gusta) que todavía crean en la magia.

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    1. Tu nieto, ósea el Terro, con su tío, el Rotoncito Pérez y el Hada. Espero que les hayas puesto de merendar

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  3. Los años pasan, las ilusiones cambian, lo importante es tener siempre alguna ilusión. Para el recuerdo, cuñí.

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  4. Guille,....si es tan fácil todo... ¿como explicas que los niños no vienen de París?... ¡¡¡Toma pregunta papá!!!

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    1. ¡¿Cómo?! ¿Qué los niños no vienen de París? Ahhhh entonces serán las niñas.

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  5. ¡Esa magia infantil!Desgraciadamente cada vez más en declive porque según los padres modernos a los niños hay que educarlos en la realidad y no en las fantasías y por eso los juquetes más vendidos son videojuegos de comandos y violencia o los de pilotos de fórmula uno, ¡reales como la vida misma!.
    Besos de gofio.

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    1. Siento no compartir contigo la opinión de que la magia infantil está en declive, por lo menos no en mis círculos. Además, si la aplicáramos a la vida de los adultos, otra ilusión nos empujaría...

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  6. ¡¡¡¡Siempre encuentras una escapatoria ehhh!!!....pues vamos a plantear mejor la preguntita.... Explica a los pequeñines que leemos tus historias, como los niños y las NIÑAS, no vienen de París, please, Seguro que tú, que ya eres ¡¡mayorcito!!, lo sabes.....(no huyas mardito cobarde...jajaja)

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  7. Yo, que como hubiera dicho mi abuela, soy un hombre viajado, puedo asegurarte que he visto a niños y niñas venir de París. La mayoría en avión. Pero, si lo que quieres es que hablemos de sexo... Igual lo hacemos algún día.

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    1. ¡Agggg! la maldita me engañó, y eso que cuando me dejó en el tejado me dijo: aurrevoire! y resulta que no era francesa.. ¡maldición!

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