lunes, 22 de julio de 2013

«Campamento Scout»


Las cabras siempre tiran para el monte. Este dicho tan conocido una vez más se ha hecho realidad, aunque claro, en mi caso lo hace muy a menudo.

Siguiendo la estela familiar mi pequeña Sara se ha ido de campamento con los Scouts y, allí que hemos ido, apuntados a la acampada de las familias.

Uno, que es cabra criada en los pastos libres, prepara la mochila como siempre: un saco de dormir, aislante, una muda de ropa, la tortillita, los bocatas, el abrigo... Y poco más, que vamos de fin de semana al monte. 

Nada más plantar la caseta en el espacio designado para ello miras a tu alrededor y comienzan las comparaciones: Aquel trajo una caseta que más se aparece un bungaló con recibidor, salón comedor y dormitorio; el otro se gastó más de doscientos euros en un apartamento portátil que no sabe montar; los otros se presentaron en una roulotte; los de más allá cargan con sillas, mesas, manteles, cubertería... ¿Habrán traído lavavajillas? Y nosotros con nuestra pequeña caseta de montaña, nueva, eso sí, que la otra no tenía ni el título de caseta.

Pero sin duda lo que más me sorprende son las diferentes maneras que tenemos, los padres y madres de estos jóvenes exploradores, de afrontar un fin de semana en el campo: Por un lado el «sibarita», que toda las noches se bebe su buena botella de vino y claro, no puede pasar sin ella en el monte, aunque se muestre un poco contrariado por no hacerlo en su copa; después está la «antesmuertaquesencilla» que no se corta ni un pelo en sacar el set de maquillaje y comenzar la charla sobre su rímel, la base que usa, el pintalabios, el lápiz de ojo... Más natural es el «quinqui», que aunque se aparta del grupo para hacerse el canuto el inconfundible aroma llega hasta nosotros; «la masterchef» que cumpliendo con el programa de televisión de moda necesita demostrar lo que sabe y se lleva unas albóndigas en salsa de tomate, bizcochos de varios colores y sabores, ensaladas de pasta, filet mignon y no se qué más delicatesen destinadas a sorprender a propios y extraños; y por último no podía faltar «la pija», siempre arreglada con su ropa de marca, brillantes, cambiándose de modelito cuatro veces al día, según la actividad a realizar, con ese caminar y esa forma de hablar...

En fin, las actividades en la montaña, según la compañía, pueden dar mucho de si, incluso al tan poco acostumbrado glamour campestre.
  

5 comentarios:

  1. Jajajaja, siempre hay muestras de todo tipo en cada grupo. Cuñi.

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  2. Como canturrean Les Luthiers, a la hora señalada hay que decir aquello de:

    Conta tu historia extrangeiro...
    a la una, a las dos y a las tres...

    Saludos veraniegos...

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    Respuestas
    1. Es que no hay nada como contar: cuatro, cinco, seis... Disfrútalo.

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    2. ¡Qué pobrón!... vaya un roedó gastao...

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