miércoles, 6 de marzo de 2013

«La hora de la verdad»


«La hora de la verdad»
(Historia de dos. Cap. V)

(Si no has leído los capítulos anteriores, pincha aquí)


La suave fragancia que desprendía su salón me penetró por todos los poros de mi piel. Se veía que era un apartamento pequeño, donde todo estaba inmaculadamente colocado. La decoración rezumaba una mezcla perfecta de buen gusto, modernidad y delicadeza.
Me temblaba todo el cuerpo.
―¿Qué te pasa? ―dijo mientras se quitaba su chaqueta y la colgaba en un perchero de pie que tenía nada más entrar a la derecha.
―No me lo vas a creer, pero me tiembla una pierna ―contesté muy sincero.
―¡Pobre! ―se burlo mientras me acariciaba la cara con una mano, a la vez que rozaba su cuerpo contra mi antebrazo hasta colocarse justo delante mio―, puedes estar seguro de que no voy ha hacerte nada, que no te dejes, claro―continuó diciendo de manera socarrona hasta que se separó del todo y abrió los brazos―. ¡Bienvenido a mi pequeño reíno! ―dijo mientras giraba sobre sí misma―. Aquí tienes el salón comedor, ahí la cocina, tras aquella puerta el cuarto de baño y allí el dormitorio.
Su coqueteo, o más bien insinuación, me había dejado sin palabras.
―Bonito.
―¿Perdona?, muy bonito. ¿Una cerveza?
No me lo podía creer. ¡Estaba en su casa!
―Sí claro ―contesté mientras la observaba de espaldas.
En lo que ella atravesaba la barra americana, que separaba su pequeña cocina del salón, aproveché para dirigirme a la esquina dónde, una gran pantalla de un MAC reinaba sobre una mesa de cristal. Curioseé las fotos que tenía colgadas en la pared: recuerdos de viajes, esquiando, con amigas, noches de carnaval... Había un poco de todo, pedazos de una vida, todos ellos, que seguro tendrían una razón especial para estar allí y que yo deseaba compartir.
―¿Te gusta lo que ves? ―giré sobresaltado. Apenas tenía su rostro a unos centímetros.
―Sí ―afirmé con mis ojos clavados en los de ella.
Noté como, sin apartarse, una sonrisa se dibujaba en la comisura de sus labios.
―Hablaba de las fotos.
―Yo no.
La besé. Fue un impulso, un instinto animal, una necesidad primaria que tuve que cumplir y que no pensé para nada, si lo hubiera hecho seguro que no me habría atrevido. 
Sus labios me recibieron cálidos, parecían que me estuvieran esperando. Fue un beso largo, tierno, dado con cariño, como si ambos, y no yo solo, lo hubiésemos estado deseado durante largo tiempo.
Ahora, más que la pierna, me temblaba todo el cuerpo. Mis manos buscaron su rostro para asirlo. Necesitaba sentir el contacto de su piel bajo la yema de mis dedos, necesitaba enrollar sus largos tirabuzones entre mis dedos. Deseaba poseerla. Me había enamorado.

8 comentarios:

  1. Biennnnnnnn ¡¡¡¡por fin rollitooooooooooo!!!!!

    CArmen

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  2. ¡Mu bonico!, seguro que acaba en cama, y cuando ella le pide que la haga sentir, el se da la vuelta y... ¡zas!, se despierta en el suelo del gajo que se mete en la silla del bar... ¿o no, mardito roedó?

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    1. Bueno, bueno, ya veremos... lo del gajo con la silla tiene opciones jajaja. "Mardito roedó"

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  3. No se porqué pero me da que hay alguna sorpresilla pululando por esa humorística imaginación... seguiremos pendientes.
    Más besos...

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    1. Bueno.... es lo que tienen las novelas por entregas, que hay que esperar.

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  4. Por fin se decidió, bueno sigamos esperando a ver cómo acaba... Cuñi

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