viernes, 1 de febrero de 2013

«Superando mis miedos»


(Historia de dos. Cap. IV)
(Si no has leído los capítulos anteriores, pincha aquí)


El frío líquido bajo por mi garganta refrescando y aminorando mi sonrojez. Ella seguía con sus ojos clavados en mí.
―Esta buenísima.
―¿Quién yo? ―dijo mientras exhibía una risita pícara―. Gracias.
― Bueno, eso también ―admití mientras los colores volvieron a invadir mi rostro―, pero hablaba de la cerveza.
Yo mismo me sorprendí de lo audaz y rápida de mi respuesta. Ella rió abiertamente siguiendo el juego que habíamos planteado.
Volvimos a chocar nuestras copas y continuamos hablando un buen rato. Recuerdo que lo hicimos de todo un poco: de nuestros trabajos, de las amistades comunes, de aficiones... Estábamos a gusto enseñando al otro todo nuestro perfil.
El camarero entrometido hacía acto de aparición de vez en cuando, unas veces para intercambiar con ella alguna palabra o broma y otra para sustituir las cañas vacías por otras recién tiradas.
La tarde se pasó en un santiamén. Llegado el final de la tercera cerveza decidí que era hora de marcharme.
―Tengo que irme. Tengo un hambre que no veo y mañana me levanto temprano...
―¿Vamos a cenar? ―interrumpió― Conozco un sitio aquí al lado muy barato y que está... como yo.
Ambos reímos. Yo me quedé mirándola. Era una chica sorprendente, más de lo que mi imaginación podía pensar. Me gustaba todo de ella: Su larga y ondulada cabellera negra, su amplia sonrisa enmarcando dientes perfectos, sus simpáticas pecas que jalonaban sus colorados cachetes... No sabía qué hacer. Esta maldita timidez no me dejaba reaccionar, o quizás era su deliciosa mirada.
Volví en mí cuando su mano asió la mía.
―Esta bien listillo ―dijo tirando de mi― Nos vamos. Me muero de hambre.
Ambos nos levantamos. El camarero había dejado la cuenta encima de la barra así que me apresuré a cogerla.
―Yo invito ―dije mientras ella le plantaba dos besos al entrometido y éste le correspondía con algún comentario, seguramente sobre mí, que la hizo reír.
Apenas caminamos cinco minutos. Ella llevaba su bolso y su pesado maletín del trabajo. Paramos en el portal de un edificio. Colocó la maleta, con mucho cuidado en el escalón de la entrada y sacó unas llaves de su bolso.
―¿Dónde vamos? ―pregunté.
―A mi casa. ¿No pretenderás que cargue con este muerto ―dijo señalando su pesada maleta?
Volví a sonrojarme.
―Pero no íbamos a cenar.
―Sí, en mi casa ―afirmó mientras abría el portal y me indicaba el camino―, ¿o te da miedo?

10 comentarios:

  1. ...un poco sí. ¿qué te guardas en la manga?. continuará...
    Besos gofio.

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  2. Ummmmm, me está gustando el caminar de la perrita.

    CArmen

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  3. Que intriga, cuándo se publica el siguiente capítulo?? Cuñi

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  4. ¿Es eso lo que llaman "sudóh" en el amor? Chico, no sufras más, díceselo, no seas ñoñas... que al final va a vení otro y te vaquedá con cuatro palmos denarices...

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  5. por una historia asi, me voy a cenar con la chica ummmm....... y no veo el Barca vs R.Madrid

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    Respuestas
    1. Jajajaja Bueno, has ganado otro partido más interesante y duradero.

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