viernes, 18 de enero de 2013

«Las plumas de papá»


A ver si consigue así que papá no haga más el indio. Ese era el claro deseo que tenía Irene al ver a su padre con aquella camisa de fuerza puesta, o al menos, eso era lo que le habían dicho para justificar la acción.

La muchacha, con lágrimas de tristeza ocupando sus ojos, observaba la marcha de su padre tras el ventanal. El hombre se resistía, gritaba. Dos sujetos vestidos de blanco le había colocado aquella camisa de fuerza, pero él seguía empujando y dando patadas como podía, hasta que lo encerraron en la ambulancia rumbo al manicomio.

El confesor de la familia, un viejo párroco de la antigua escuela con sotana y alzacuellos, consolaba a la niña:

―Tranquila querida. Todo se arreglará.

―Eso espero padre ―dubitativa continuó―. Temo que las plumas de papá no sean de apache y no se cure.

―Sus tendencias son pecaminosas. Confía en mi. 

4 comentarios:

  1. Triste, realidades... Cuñi

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  2. Las plumas que no son de apache, si sabe, son las que mejor se llevan, brindo por su libertad...

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  3. ¡Ay esta iglesia arcaica! todo lo que se salga de sus cánones es pecaminoso o diábolico.
    Menos mal que tenemos a la Santa Madre Ciencia que siempre pretende ir más allá de lo meramente aparente.
    Besos de gofio.

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  4. Y la niña acabó montando un psiquiátrico moderno en el que sólo se admitían curas con tendencias pecaminosas.

    Muy bueno.

    Saludos

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