Para
él, ir al colegio cada día era un suplicio. Según cruzaba las
grandes puertas acristaladas, notaba como las risas se mofaban de su
ropa o de su pelo..., las miradas se posaban sobre su persona, como
las moscas lo hacen sobre la carne podrida. Así se sentía, podrido.
Pese
a ya estar todos sus compañeros sentados, un extraño silencio
invadía su aula. Se dirigió a su pupitre sintiendo cada una de las
miradas que, como puñaladas, le atravesaban la espalda.
Se
fue a sentar en el preciso momento en el que el profesor entró por
la puerta. Estrepitosamente cayó al suelo. Una lluvia de monigotes
blancos comenzó a caerle encima. La silla se había roto bajo sus
posaderas y con ella su debilidad se volvió locura.
Los
compañeros gritaban: ¡inocente!, ¡inocente! El profesor llamaba a
la calma mientras mantenía aquella estúpida risita. Él chillaba.
Se
levantó como pudo. Cogió su mochila del suelo y sacó la escopeta
de cañones recortados de su padre. El primer disparo fue al techo.
Sus compañeros y profesor al suelo. Ahora, la sonrisa estúpida se posó en
su cara.
―¡Inocentes!,
¡inocentes! ―dijo remedándolos
mientras cerraba el aula con llave. El silencio era sepulcral―.
¿Qué pasa ahora? ¿A que ya no tiene tanta gracia?
Dura como la vida misma, ... y después todos dicen que era una persona introvertida pero normal que nunca molestó a nadie, sin embargo ante la despreocupación de todo el mundo se está acumulando una energía negativa que antes o después puede estallar. Cuñi.
ResponderEliminarEuq sepas que después de leer esto me fastidiaste un par de bromas que iba a gastar y no me atreví por si acasooooo.
ResponderEliminarCArmen
Tas paso mil pueblos killo! Saludos desde la tieraron
ResponderEliminarCUÑI: Cierto. Quizás, en el fondo, hasta sea inocente.
ResponderEliminarCARMEN: ¿en qué estarías pensando? seguro que te se te revolvía la conciencia.
ANÓNIMO:Pero los pasé por la izquierda, que adelantar así sí está permitido.