Sí,
sé perfectamente que el título es un poco largo, pero es que la
historia también se las trae. Intentaré condensarla.
Lo
típico de las películas es que el marido, cuando hace algo poco
desagradable, a los ojos de su venerada esposa, termine con sus
riñones aplastados en el sofá del salón. En ese tan cómodo en el
que dormimos unas gratificantes y reparadoras siestas de quince o
treinta minutos.
Cuando
en vez de siesta, la relación con el sillón pasa a ser de una
noche, nuestro concepto de tener un cómodo y cálido mueble cambia
por completo. La cosa empeora si el susodicho tiene unos años, el
terciopelo floreado gastado y un sistema de muelles algo
decimonónico.
La
primera hora refunfuñas por el hecho de que te hayan mandado a
dormir al sillón. Los efluvios del alcohol y la pesadez de la comida
no ayudan mucho a contraer el sueño, así que le das vuelta al coco:
¿Porqué?, no es para tanto... Después de conseguir una postura,
más o menos agradable, descubres que no puedes darte la vuelta y,
mucho menos, abrazar la almohada como estás acostumbrado, sobre todo
porque se quedó en la cama y no tienes los “aquellos”
suficientes para ir a buscarla. Con el brazo dormido, la cadera
empieza a desencajarse y un pie cae al suelo, por aquello de impedir
el movimiento circular de la cabeza. Los ojos empiezan a cerrarse.
Sin
querer descubres que algo comienza a moverse por debajo de los
riñones. La otra pierna, que lleva rato sobresaliendo del
reposabrazos contrario, da señales de falta de circulación. La
nalga derecha ya no se siente. Todo ello junto, lleva a intentar
realizar un movimiento compacto de readaptación. Uno, que en estos
instantes ya tiene las condiciones físicas bastantes desmejoradas,
decide contar y mover todo el pack. Uno, dos y tr... ¡¡¡me
cag.....en la......!!! Justo
en la diana. Acaba de saltarse uno de esos hierros retorcidos, que en
otra época seguro que servía para algún tipo de tortura. No solo
queda una hora para que se levanten los niños, sino que, además de
apuñalado por la espalda, tendré que dormir, o algo parecido, con
esta cosa entre mis posaderas. ¡Lo mio no tiene nombre! Y además
habrá que comprar un sofá nuevo, que la culpa será mía. Con lo
cómodo que era este.
Je qué lote, tanta juerga pasa factura!! Pero seguro que el nuevo sofá cumplirá con unos mínimos imprescindibles!! Cuñi.
ResponderEliminarjajajaja ¡¡¡qué habrás hecho!!!!
ResponderEliminarCArmen
CUÑI: buenoooooooo, eso esperamos todos.
ResponderEliminarCARMEN: Ummmm, recuerda que es posible que sea ficción.