La pastelería llevaba tiempo cerrada. Los dulces, vendidos tiempo atrás a diario, habían dejado las vitrinas vacías. La harina y las levaduras, guardadas en el cuarto de materiales, se habían caducado por la falta de uso.
La gente del barrio había achacado el cierre patronal a una grave situación personal de la panadera que le había impedido abrir, como era habitual, todos los días del año. La extrañaban. En muchas ocasiones los vecinos pasaban por la puerta de su casa y, asombrados, les parecía recibir el olor de antaño inundando el pedazo de acera que le correspondía.
Ella, asomada tras el visillo de su ventana, también les echaba de menos. No estaba enferma, como afirmaban algunos. No tenía depresión, como decían otros mientras señalaban las cortinas. Las escasas veces que se la tropezaban por el barrio alguien, los más atrevidos, le preguntaba cómo estaba, qué ocurría. Ella tranquila y relajada siempre contestaba lo mismo: «Estoy ocupada en otros menesteres. Pero no se preocupe, cuando pueda volveré a abrir». Y continuaba su camino tan campante.
La vida tiene estas cosas y, a veces, sólo hay que esperar el momento.
Es que esta crisis no deja a títere con cabeza. Esperemos que pronto vuelva a abrir sus puertas y retome su labor. ¡con lo ricos están los dulces!
ResponderEliminarincluso los dulces se toman su tiempo...
ResponderEliminarEl otro día me tomé la pastillita... hoy me lié con la caja de bombones. Porfa, no sigas que pronto llegará el tupersex jajaja
ResponderEliminarCArmen
Me tienes metido en un temblor, ayer la pasti, hoy no he llegado a tiempo a por los pasteles, ¿qué será mañana?, no sigas, ¡porfa!, que no estoy ni pa sustos ni pa carreras.
ResponderEliminarEse olor, es increíble pero esa memoria está ahí!!! Cuñi
ResponderEliminarANÓNIMO: Quizás sea la crisis, quizás.
ResponderEliminarJESÚS BRAVO: ...y con tiempo.
CARMEN: Siempre es una buena opción.
JGERARDO: pá temblores los del Hierro, jajaja.
CUÑI: ummmm pues cuando pases, ya sabes, acuérdate de comprar jajaja.