Reconozco que, a priori, te podrá resultar muy fuerte que haga una afirmación de este grado y con este calificativo tan inusual en mis historias. Ya me dirás al final.
Miguel acudió ayer al cole, igual que todos los días, tempranito — por su situación familiar desayuna en el colegio—. Igual, dije, salvo por un detalle: lucía un tremendo chichón en su frente.
Al ser preguntado por nuestro sagaz cocinero se destapo el guiso de lo ocurrido. De inmediato, lo puso en conocimiento de la dirección del centro: su cabrona madre le había sacudido, tremendo porrazo, con la alcachofa de la ducha a modo de porra.
En cuanto nos enteramos el cuerpo, de todo el personal, se gelatinizo y empezamos a temblar.
Como no puede ser de otra manera, mis geniales compañeros del equipo directivo, tomaron la riendas del asunto: avisaron a la Inspección Educativa, a los Servicios Sociales..., y llevaron a Miguel al Centro de Salud.
La revisión médica diagnosticó lo que todos sospechábamos: lesiones, magulladuras, marcas antiguas..., y todas esas cosas que cuentan en la tele y que nos parecen tan lejanas, en su pequeño y endeble cuerpo. El niño se reafirmó en lo ocurrido.
Según nos contaron la madre, también avisada de la derivación del menor al pediatra, acudió al Centro de Salud. Se quedo aparte, sin preguntar, sin preocuparse, sin saludarlo... sin darle un beso —cosa habitual en ella y que ya habíamos observado. Sólo cuando percibió la presencia de la encargada de los Servicios Sociales, intuyó que algo ocurría.
Miguel volvió al cole, a su entorno seguro, el lugar en el que desayuna, el lugar en el que almuerza, el lugar en el que se le cuida, se le enseña, se le protege, se le quiere...
Hoy no asistió a clase. Estamos muy preocupados por él. El asunto está ahora en manos de las autoridades competentes y sabemos que, provisionalmente, la guardia y custodia la tiene su abuela. Si no lo solucionan, volverá a su casa, con su cabrona madre, ¿o prefieres que la califique de otra manera? Lo siento, no puedo.
Es duro verlo, y yo lo he visto; doloroso tomar las riendas, y he tenido que hacerlo, mi condición me lo exige, y, aunque no lo fuera, también lo haría. Luego, con el tiempo, tú eres el malo porque pusiste fin a la barbarie, porque el desamparado ha tenido que ser "arrancado" de las manos de quien lo veja, en fin, ¿qué te puedo contar yo que tú no sepas?
ResponderEliminar¿Cabrona?, ¡no!, ¡lo siguiente...! Aún así, sigo con los ojos bien abiertos...
Supongo que es parte del trabajo, pero cuesta creerlo.
EliminarEso es inconcebible. Creo que te quedaste corto con el apellido. Pobre criatura lo que habrá tenido que aguantar hasta ahora. Esperemos que se le ponga fin lo antes posible.
ResponderEliminarEn ello estamos, pero me parece....
EliminarUff dificil comentar. Yo soy madre y aunque estoy a favor de un castigo o una reprimenda y en algun caso una nalgada... Esto no bajo ningun concepto y puedo asegurar q en esos caso yo me quedo peor q mi hijo. Besos cartucho
ResponderEliminarEsto no es un castigo esporádico, es la vida, el día a día de esta criatura...
EliminarExisten cosas que por desgracia no deberían existir...pero ahí están. Por suerte...detectadas a tiempo y con justicia se pueden parar. Espero que a ese niño lo dejen ser feliz.
ResponderEliminarMyriam
Eso esperamos todos, pero las secuelas serán difíciles de superar.
EliminarOjalá siempre hubiera alguien que saliera al rescate a tiempo... Cuñi.
ResponderEliminarLástima que no tengamos superpoderes para poder evitarlo.
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