Con
esa exactitud tan característica de la ciencia, lograda tras años
estudiando, supe que el momento estaba cerca. Por si acaso repasé
otra vez los cálculos. Todo estaba correcto. Según mis números, en
breves instantes, un poderoso rayo descargaría toda su furia contra
la antena situada en el techo, para transmitir su energía sobre el
cuerpo inerte que yace sobre mi mesa de operaciones.
A la
hora convenida, un estrepitoso rugido, seguido por un haz de luz,
inundó toda la estancia. Puedo ver como el luminoso haz recorre el
hilo de cobre que tanto me costó mangarme de la obra abandonada de
la esquina. Yo, protegido tras una mampara, me froto las manos
esperando ver el resultado.
El
cuerpo se agita de manera estrepitosa. Río nervioso,
escandalosamente. Veo como el ser se levanta resucitado. La cuenta
corriente se mueve. No hay nada como una buena sacudida para rescatar
un banco.
El problema es lo que nos cuesta encenderle la mecha a ese rayo desgraciado...
ResponderEliminarOh monstruo..., si Frankestein lo hubiera previsto!!! Cuñi
ResponderEliminarVes, por eso yo estoy rezando para que llueva....
ResponderEliminarCArmen
ÁNGELES JIMÉNEZ: ¿y si encendemos petardos y lo mandamos todo a tomar....viento fresco?
ResponderEliminarCUÑI: seguro que se le caen hasta los tornillos.
CARMEN: cuidado, lluvia y rayos igual es mal augurio.