Una vez recuperado de la fuerte
resaca, seguramente producida por algún refresco en mal estado, toca
hacer recuento de bajas, anécdotas y demás por menores. Insistiendo
en que no puedo hacer muchas concesiones en la narración, por
aquello de la venta de la exclusiva, sí puedo comentar un par de
hechos:
En primer lugar los novios
estaban que se salían. Él con su pecho cargado de medallas, algunas
de pega compradas en el chino, y su gorra de plato, parecía un
almirante de la armada. Ella luciendo una fantasía años cincuenta y
brillo de lágrima natural en los ojos, simplemente radiante.
Como cabe esperar, en toda boda
que se precie ocurren cosas. Imagínate que te vistes de gala, con tu
traje rojo pasión y el escote bien surtido. Coges un taxi y das el
nombre de la iglesia. Al llegar y pagar algo llama tu atención. ¿Qué
ocurre?, ¿por qué no hay nadie? ¡Sí!, con suerte, te has
equivocado de iglesia. Y allí que estás, sola, despampanante, con
cientos de ojos clavados en tu espalda ―¿Y
esta dónde cree que va?―
y alguna propuesta deshonesta sobre tu escote, que la calle es
conocida por cierta actividad ―¿Cuánto
por un completo? ¡Largo de aquí!, ¡sinvergüenza!―. Menos mal
que un coche pita y repita para llamar la atención. ¡Salvada! ¡Y
por la mismísima novia! ―Pero María de la Asunción, ¿qué haces
aquí? Pues mira, que creo que me equivoqué de iglesia. Anda sube,
que te llevamos― ¡Qué vergüenza! ¡La primera en ver a la novia!
Al carajo con la exclusiva.
En la parroquia todo está
listo. Las familias preparadas, empaquetadas de etiqueta y más
fashion
que el perro de los Beckhan. Las amistades cuchicheando y ansiosas.
Suena la música y empieza el casorio. ¡Vivan los novios! Besos.
Abrazos. El “gotxu”, oficialmente, ya es uno más de la familia.
Comienza el bureo. Ellas son
obsequiadas con bellas sombrillas chinas a juego con sus vestidos ―no
sé si compradas en el mismo chino de las medallas―, que dan una
vistosidad y glamour al acto difícil de superar. Son las catorce
horas y comienza el picoteo. Ya no pararemos de comer y beber hasta
entrada la madrugada.
Los niños nos despiertan. Todo
se mueve a mi alrededor. El dolor de cabeza es memorable. La cojera
también. Menos mal que pasábamos la noche en el hotel. No fuimos
los únicos. La hora del desayuno se convierte en un ir y venir de
gente conocida, familia... ¡Qué caretos! ¡Las ojeras nos llegan al
suelo! ―Perdone señor, ¿el café bien cargado verdad? Sin duda,
este camarero tiene experiencia ¿Un alka-Seltzer?
Mejor dos―Menos
mal que hay piscina para refrescarnos y mojitos para espabilarnos.
Bueno, hasta aquí puedo leer.
Ahora toca la espera por las fotos oficiales, que las otras ya puedes
cuchichearlas en el face
y como en botica hay de todo, e irnos de vacaciones.
Jajaja. Pobre maria d la asuncion, q me rei cuando nos lo conto. Bs. Tu otra hermana
ResponderEliminarBuenísimo el resumen, me parto!!! Cuñi.
ResponderEliminarEs que esto de los bodorrios son un número indefinido, he leido el anterior y éste capítulo y hasta yo me he puesto nerviosa y lo del DJ jajajja! ha estado que me parto. Aunque sin conocerlos, tambien les deseo lo mejor, siempre es bonito ver como dos intentan, al menos, una vida en común y armonia. Saludos y a disfrutar del verano.
ResponderEliminarMI OTRA HERMANA: jajajajaja Es que solo le podía pasar a ella
ResponderEliminarCUÑI: ¡qué bien lo pasamos
GLORIA: Muchas gracias, en eso estamos.