La esquina de Guille
jueves, 19 de enero de 2017
jueves, 12 de enero de 2017
«El hombre pájaro»
Pasear entre las sombras de los árboles en otoño, entre los largos caminos de un parque, cubierto de una alfombra de hojarasca reseca, es siempre uno de los grandes placeres de mi vida y de los que disfruto, sin prisa, en cada viaje que hago.
No hace mucho iba tirando de mi agotada sombra por uno de esos senderos, en los que la gran ciudad que lo rodea no logra fagocitarlo, absorto en mis pensamientos y en el disfrute del paisaje, con los ojos bien abiertos y los sentidos en pleno uso, cuando aquella alargada y triste figura llamó poderosamente mi atención.
El hombre pájaro estaba inmóvil en mitad de la senda, con un brazo estirado y su cuerpo embutido en su típica chaqueta de tweed. Una bandada de periquitos y otros pájaros revoloteaban a su alrededor posándose por todo su cuerpo. El hombre apenas hacía algún movimiento, parecía momificado en aquella incómoda posición, mientras miraba y disfrutaba de cada una de aquellas aves. Parecía que les susurraba. Solo en los breves instantes en los que movía su mano para recargarla de la comida que guardaba en uno de los bolsillos, los más asustadizos revolotean unos metros, para después, raudos, volver a posarse.
El individuo al descubrir mi inmóvil presencia tras su espalda aprovechó uno de esos instantes para girarse y dirigirme apenas tres palabras: I´m dreaming. Sin decir nada más volvió a su tarea y me ignoró.
No supe qué decir. Me aseguré de no hacer ruido, para no ahuyentar su compañía y, con cuidado, le robé la foto que acompaña este texto. Al momento continué mi camino para no molestarlo. Nada más recorrer cien metros, sentí la necesidad de girarme para volver a contemplarlo una última vez. Ya no estaba. Había volado como sus pájaros y con él, mi sueño de disfrutar de cada momento, se hizo más patente.
Gracias por leerme.
jueves, 5 de enero de 2017
«Carta a los Reyes Magos y a tí»
Este año como me he portado bien —me refiero que en mi línea, como siempre—, he decidido compartir mi lista de deseos con toda la panda de paseantes de esta esquina, por si alguno de ellos —pero sobre tú, que sé que me estás leyendo—, pudiera colaborar o aportar un granito de arena, en el cumplimiento de la misma:
1.- Lo que más deseo, y por eso lo pongo en primer lugar, es seguir riéndome y aprendiendo de la vida. Es algo que no me gusta hacer solo así que ya sabes, espero que me acompañes.
2.- Vivir nuevas experiencias. Hay muchas cosas que me quedan por probar y otras que me gustaría repetir. Han sido testigos de muchas de ellas, ¿se animan a acompañarme?
3.- Seguir encontrando tiempo para todo. ¡Puf! qué difícil es esto. Ir sin reloj en la muñeca me ayuda a organizarme y priorizo bien mis necesidades y la de los míos.
4.- Pasar más tiempo junto a ti. Siempre he sido «amigo de mis amigos» y me gusta cumplir y estar con todos ellos, en los momentos buenos, pero más en los difíciles. Espero que nos sigamos reuniendo por mucho tiempo.
5.- Terminar mi nueva novela y ver publicado mi cuento. La primera ya la llevo encaminada pero me hace falta algo más de energía y tranquilidad para centrarme en ella. El cuento está en camino, pronto recibirás la feliz noticia y podrás acompañarme en su presentación. ¿Ya has comprado/leído/regalado los libros anteriores? (Ahora hablo bajito para que nadie nos escuche: Si eres maestr@ te sorprenderemos con otro proyecto que en forma de revista ya está cogiendo cuerpo).
6.- Este blog necesita un lavado de cara. También estoy en ello. Espero que, en breve, puedas ver el cambio y darme tu opinión.
7.- Seguir haciendo kilómetros. ¿Correr? ¡Ni de coña! Me cansa y hacerlo solo es un rollo, que además machaca mis rodillas. Hablo de viajar. Programado el verano que viene, ya tengo un par de ideas para después. ¿Te apuntas?
Esta noche me iré pronto a la cama, después de la cena con la familia y las copas con mis hermanas. Espero que mis deseos sean algo más que soñarte y podamos compartirlos.
Gracias por leerme.
jueves, 29 de diciembre de 2016
«Pepinos day»
Hace unos días bromeaba con una amiga sobre trucos de belleza. Ella afirmaba que, además de hacer deporte y comer más o menos sano, pocas cosas hacía. Yo en cambio me la imaginaba en la típica estampa de rulos, mascarilla en la cara y rodajas de pepino en los ojos.
Pues de la broma hemos pasado a la realidad. Ayer no gasté ninguna inocentada digna de ser mencionada, así que, en compensación, te propongo que me acompañes en este estúpido juego y así reírnos de nosotros mismos, aunque, francamente, dudo que te atrevas.
Como bien sabes, el pepino, entre otras cualidades, al ser un gran revitalizador de la piel, ayuda a desvanecer las bolsas de los ojos que hacen su aparición por culpa de pasar malas noches, por la falta de descanso… Justo lo que ocurre en estos días.
La propuesta es tan sencilla como estúpida. Cuelga en Facebook una foto tuya con las rodajas de pepino, en los ojos, la cara o por donde creas que lo necesitas. Puedes usar el hashtag #pepinoday y veremos qué pasa.
Para darte algo más de tiempo, me adelanto y publico esta entrada antes de lo que es mi costumbre.
¿Te atreves? Yo soy el primero.
Gracias por leerme, y jugar conmigo.
jueves, 22 de diciembre de 2016
«Visto uno, vistos todos»
Cumpliendo con la tradición hoy tocó asistir al Festival de Navidad que organiza el colegio de mis hijos. Si es verdad la aseveración que utilizo como título, lo que cuento ocurrirá igual en el colegio de los tuyos.
Primero tengo que resaltar el gran trabajo y esfuerzo que realizan los compañeros y compañeros que, con tanta ilusión alientan a sus chicos y chicas para que la cosa salga bien.
Lo que ya no es para tanto agradecimiento son las increíbles actitudes de los familiares que acudimos a verlos. Y hablo de manera general, que hay de todo, como en botica.
Por un lado están los papás, que se tiran toda la actuación hablando con otros papás, pasando de todo, excepto del «guasap» y de la merienda, a base de bocadillo de chorizo y refresco, que alguno de los asistentes sacó de su bolsa a mitad del espectáculo, como si de un partido de fútbol se tratara.
Muy divertidas son las mamás y abuelas, que alegremente se pasan las dos o tres horas que dura el evento hablando con la de delante, con la de al lado, fijándose en el escote de la de más allá, del maquillaje excesivo de la otra, y atenta, igualmente, al «guasap». O todo a la vez, excepto cuando le toca actuar a su niña o niño que se vuelve como posesa, absorta, mirando a su vástago por la pantalla de su móvil mientras lo graba, y mandando a callar a la de al lado, a la de delante, a la del escote...
Al final todo el mundo, con la lengua caliente de tanto usarla y el culo plano de la incómoda silla, se marcha corriendo para evitar el atasco, desconociendo el gran esfuerzo de organización y gestión que se ha realizado en el centro educativo, pero contentos por lo más o menos bien que ha salido todo y, sobre todo, orgullosos de lo bien que lo han hecho «los de su curso».
Nada más llegar a casa toca reenviar los vídeos por «guasap» para que todas puedan ver lo guapos que estaban y bla, bla, bla... vuelve a empezar el critiquen y ampliar la imagen para ver bien el escote.
Reconozco que estos espectáculos, siendo la mayoría un coñazo, me gustan y se, de primera mano, lo difíciles que son de organizar. Lástima que los adultos no sepamos comportarnos.
Gracias por leerme
jueves, 15 de diciembre de 2016
«Pedir perdón»
«ESPERO QUE ME PERDONES» Fue lo primero que vio, al levantarse, nada más abrir las cortinas de su habitación.
Estaba seguro de que el día anterior aquella frase, escrita con una elaborada caligrafía, en espray negro, sobre la pared blanca del muro lindero del solar, no estaba.
Nada más leerla, sabía, a ciencia cierta, que la pintada en cuestión estaba dirigida a él. Además de por lo obvio, estaba enfrente de su casa, porque justo antes de irse a acostar, y en aquel preciso lugar, tras una discusión más que notable, había roto con su pareja.
Aún con las ventanas de su cuarto cerradas, escuchó a su padre vociferar indignado desde la calle:
—¡Sinvergüenzas! ¡Quién habrá hecho esta mariconada!
Su rostro se iluminó con una amplia sonrisa, acompañada de un comentario en voz baja, que cambió el malestar con el que se había levantado.
—¡Ay!, si tu supieras.
Gracias por leerme.
jueves, 8 de diciembre de 2016
«Ahorrando una pasta en psicoterapia»
Lo bueno de los «viercóles» —especie de acrónimo formado a partir de la unión de miércoles con sabor a viernes, ideal para ser usado tal día como ayer—, es que me permite tener una noche extra a la semana para reunirme con algún amigo, en torno a una cerveza —en este caso fueron más de cinco—, para darle al pico.
Carlo —nombre figurado para guardar su anonimato— solicitó mi apoyo —después de la tercera birra— en referencia al descoloque mental que tiene por culpa de una «preciosidad» que lo trae de cabeza desde hace algún tiempo. Él afirma que como escribo tonterías de todo tipo, y eso hace que me ahorre una pasta en psicoterapia, puedo serle de ayuda. Pues aquí estamos, en asistencia del pobre desvalido.
Según me cuenta, han estado juntos unas cuantas veces. Las chispas han saltado en todas ellas, y más aún cuando han hablado por teléfono. Por las circunstancias que ambos viven actualmente —que mejor no cito para no desenmascarar a nadie—, su relación deben mantenerla en el anonimato. A la vista de todos son amigos, pero cuando están a solas, la complicidad les hace perder el tino. Ahí precisamente es donde está el problema. Juntos se sienten tan bien, tan a gusto, pero están tan atados, que se sienten culpables de lo que les une y tienden a huir. La situación es difícil de mantener.
A Carlo lo que más le gustaría es que se vieran más, pero conocedor de que es complicado, se conforma con que ella le mande un mensaje, le hiciera un guiño, lo buscara de vez en cuando…, le ayudara a mantener la viveza del fuego que han despertado.
Y aquí estamos, ahorrándole una pasta en psicoterapia al socio.
Me consta que ambos leen este blog —¡ya les vale!, podrían pinchar un «me gusta» de vez en cuando—, así que a ver si nos ponemos las pilas y entre todos, ayudamos a estos dos a comunicarse. ¿Aconsejarías otra cosa? ¿Quién debe insistir? Si los conocieras, ¿qué consejo les darías?
Gracias por leerme.
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